martes, 26 de mayo de 2015

La Reina Cristina



Y al final, habrá una gran sorpresa.

Desde el domingo 24 algunos operadores oficiales lanzaron el rumor de que los festejos “patrios” del 25 se cerrarían con una gran sorpresa. El 25 de mayo se dividió entre los que celebraban y los que criticábamos la expropiación de un evento patrio. Pero a todos nos unió el juego de la especulación. El rumor que picó en punta era: El Indio Solari.

En este 25 de mayo ya no se preocuparon por disimular. La celebración ni siquiera fue partidaria sino un homenaje a la exaltación de una persona. El “ÉL” (que no es lo mismo que “El EI”), el Rey. Y la organizadora fue La Reina, que despierta más pasiones que el extinto homenajeado.
Todo empezó 4 días antes con la inauguración de la obra más monumental que se recuerde en la ciudad de Buenos Aires y alrededores durante el reinado de los Kirchner: el Centro Cultural Kirchner o CCK, parecido a CFK, que originalmente se iba a llamar Centro Cultural Bicentenario, o CCB, nada que ver con CFK.

CFK dijo en su inauguración que la concreción del mega palacio, cuyo costo se especula en 3mil millones de pesos (sólo la reforma), era la concreción de un sueño del Rey. La realidad es que el CCB fue presentado por Roberto Lavagna en el congreso de IDEA de 2004 y no hay mención del emprendimiento ni por parte de Nestor o Cristina hasta el año 2007, lo cual indica que tal vez ni siquiera sabían dónde estaba ubicado con exactitud la casa central del Correo Argentino.

El CCK contiene 51 salas de exposición y de las cuales se inauguraron en esta segunda ocasión sólo 2. Una de ellas sobre Evita y la otra sobre Nestor, el Rey. Una de las obras más sobresalientes de la muestra de Nestor Kirchner, en la sala Nestor Kirchner, del Centro Cultural Nestor Kirchner, es un cofre de vidrio con 5 fotos iguales de Máximo Kirchner. Sin dudas imprescindible para la rica cultura de nuestra nación.



A medida que avanzaba el 25 de mayo, que los micros colmaban a 3 filas la 9 de julio, que se sucedían las bandas en el escenario y que se inflaban los globos promocionando la presencia de algún buen intendente del conurbano, el rumor del Indio Solari se iba cayendo, incluso se especulaba con que en ese momento estaba en Nueva York disponiéndose para ingresar al Modison Square Garden al recital de su banda favorita, los Arcade Fire, pero tampoco se pudo confirmar ese rumor. A esa hora del día, se empezó a hablar de un gran cierre sorpresa con Charly García.

La plaza ya estaba colmada de fieles, el momento era climático, el séquito de bufones ya poblaba el escenario y sólo faltaba la aparición de la reina para dar su último discurso. Esta última frase contiene una contradicción: en las monarquías no hay últimos discursos que se sepan de ante mano. Entonces equivoco y exagero al decirle reina. Por más que Gracia Peñafort (abogada, autora intelectual de la nunca puesta en vigencia (porque quedó antigua antes de que se empezara a discutir) Ley de Medios, y proclamada por sus seguidores como candidata a la corte) tuiteó: “donde hay que firmar la reforma constitucional para que no se vaya” (tuit que le puede jugar en contra si un día la nominan de verdad a la corte), la realidad es que en unos meses CFK se tiene que ir, le guste o no le guste (la democracia) a ella y su club de fans. Pero para al final había una gran sorpresa. Mientras todos tiraban nombres de grandes músicos (incluso de leyó Paul McCartney), yo pensaba que la sorpresa venía por otro lado.

Luego vino el discurso de La Reina. Lo de siempre, ella, él, él, ella, él, él, ella, él. Del 1810 ni media mención. La cadena Bolivariana Telesur fue aún más lejos y título: “Argentina celebra los 12 años de la llegada del Kirchnerismo”. Aplausos a la sinceridad (un valor desparecido en democracia).



Durante el último discurso de la reina en el coro de tuiter hubo una pausa a las especulaciones sobre el gran final sorpresa para pasar a discutir lo siempre: “qué gran oradora”, decían unos, “el próximo presidente puede acabar con la pobreza, la inseguridad, la inflación, pero lee los discursos”, retuiteábamos los otros. En definitiva, estábamos en una de las últimas luchas cibernéticas de arena con las que nos gusta pasar el tiempo los feriados y de paso hacernos creer a nosotros mismos que militamos por algo. Las vamos  extrañar.



Finalmente CFK se despidió, el séquito de aplaudidores la siguió, y quedó el escenario servido para las especulaciones musicales que mantuvo despiertos bajo el frío a los seguidores en la plaza y los criticadores en el sillón con el teléfono en la mano (si algo bueno tiene tuiter es que no hace falta mirar por tv para criticar. En lo particular no vi nada de lo que estoy contando).
Pasaban los chilenos de la Ley, los mexicanos/yanquis de Molotov, los argentinos de la Bersuit y las especulaciones del cierre eran disparatadas: desde el Indio que revivió hasta Yabrán, Lucas Carrasco, Gustavo Beliz, Soda Stereo versión completa etc.

Lo cierto es que yo, desde el principio, pensé que la sorpresa final, y tipo “ya todo me chupa un huevo”, iba a ser la aparición de Cristina desde el balcón de Evita con vestido largo azul, con una constitución en la mano y una corona en la otra, rompería la constitución en pedazos, volarían papelitos de ella por el aire cayendo sobre las cabezas de los militantes de La Cámpora, se colocaría la corona de diamantes, de Santa Cruz sobre su cabeza, y con un sutil gesto de dedo índice callaría en un microsegundo a las masas, y así, a capella, diría sus últimas palabras de la noche:
“Ustedes me aman. Aman a mi marido el Rey Nestor. Aman a mis príncipes. Nos amarán por siempre. La República Argentina acaba de morir. Este es el reino de Cristina. Es el reino de los Kirchner. Y ustedes, séquitos imberbes, nos amarán por siempre”.
Y estallidos finales.

Pero La Bersuit tocó su última canción, señor cobranza, y la fiesta terminó. Sin acto de coronación, sin el Indio ni Charly ni la reunión de los Beatles. Sin la gran sorpresa final y todos, kirchneristas y anti kirchneristas, un poco desilusionados.

Una vez más el Kirchnerismo nos había mentido. Somos nosotros los giles que no aprendemos la lección.

O tal vez, como dijo un tuitero del que no recuerdo el nombre, la gran sorpresa final es que todos esos beliebers que estaban en la plaza del 25 de mayo de 2015, van a terminar votando a Scioli.